Probamos la Triumph Street Triple
[tab name='Una moto diferente']
Víctor Guerrero- Triumph ha decidido amargar la existencia de los modelos japoneses en el mercado de las naked de peso medio, sector en auge desde hace unos años y que ofrece al comprador una relación calidad-precio inigualable. Para ello, se ha aprovechado del tirón de sus dos modelos estrella, la Speed Triple y la Daytona, con una motocicleta que se sitúa a medio camino de las dos, usando la estética agresiva e inconfundible de la primera y el motor tricilíndrico de 675c.c de la segunda, convenientemente modificado para adaptarse a la nueva máquina, así como su chasis.
El resultado es una moto diferente a las tetracilíndricas japonesas, sin duda las reinas en este sector, que anima el mercado ofreciéndote la posibilidad de tener una moto única, con el exclusivo estilo Triumph, a un precio muy atractivo. Ahora más que nunca los moteros podemos dejar de soñar y empezar a disfrutar de una auténtica Triumph, la marca preferida de grandes mitos del cine como James Dean, Clint Eastwood, Steve McQueen y Marlon Brando.
Tenemos que estar eternamente agradecidos a John Bloor cuando se lanzó a rescatar la marca a principios de los ochenta. A día de hoy Triumph es la única firma inglesa que sigue a pie de cañón, dando más guerra que nunca, porque nada tienen que envidiar sus modelos a la archiconocida fiabilidad japonesa ni al carácter de las italianas.
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[tab name='Gran personalidad']
Estéticamente, la Street Triple es realmente compacta y bajita, aspectos que se confirman al subirse a ella; diferenciándose ya de sus rivales, porque es sin duda la más ligera y ágil del sector, con una distancia entre ejes muy corta y con un peso declarado en seco de tan sólo 167kg, cifra que se acerca mucho a la realidad porque la sensación de ligereza es espectacular, lo que ayuda mucho a darle al conjunto el comportamiento tan especial que notaremos una vez estemos en marcha.
Lo más destacable de su imagen, al más puro estilo de su hermana mayor, la veterana Speed Triple, es el doble faro delantero marca de la casa, que acompañados del tubo de escape con dos salidas (es un 3-1-2) y del manillar alto, le confieren un carácter agresivo e inconfundible que no nos dejará pasar desapercibidos, porque cabe recordar que el sonido que desprende la moto es embriagador y en más de una ocasión nos hará sentirnos observados, nos guste o no.
El cuadro de instrumentos, idéntico al de la Daytona 675, mezcla un tacómetro analógico de buena visibilidad y acabados elegantes con una pantalla digital muy completa, con un reloj muy visible e indicadores tanto de la marcha engranada como de la temperatura, junto con otros gadjets luminosos muy comunes que encontramos en el tacómetro, como el de la reserva de gasolina, el del aceite, o unos de color azulado que te avisan cuando empiezas a trabajar en la zona más alta del cuenta revoluciones. Lo único que se echa en falta es un indicador del nivel de gasolina.
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[tab name='Comportamiento general']
Después de cuatro pinceladas introductorias, es hora de pasar a la acción y centrarnos en el comportamiento en marcha de la Triumph Street Triple. Con el motor ya encendido, nos damos cuenta que es una bestia a la que tendremos que domar, porque ruge con ganas cuando se siente fría y sube el ralentí con fuerza, con el único deseo de entrar rápido en calor y estar lo más pronto posible lista para que la saques a pasear.
Cuando ya está a punto, la diversión no se hace esperar, le das al embrague, metes la primera, y te das cuenta de los impresionantes bajos que tiene, muy por encima del resto de motos de su categoría. El empuje de entrada impresiona, con una reacción inmediata al puño de gas, y no desaparece al subir marchas, porque a muy bajas vueltas las recuperaciones son impresionantes, con lo que nos libraremos de tener que reducir constantemente, siendo de gran ayuda en su uso diario, ya sea en medio de la urbe o en carreteras de curvas.
Pero nadie es perfecto, y la Street Triple tampoco. Por ejemplo, en el uso urbano, hay algunos aspectos que se podrían mejorar, como el ángulo de giro, es algo justo por tratarse de una naked con manillar alto, así como la pata de cabra, resulta algo complicado ponerla, está demasiado escondida bajo el estribo y hay que echarle un vistazo al aparcar la moto, nos llevará algo de práctica ponerla sin mirar, pero este momento llegará. Y no sólo eso, para mi gusto la moto aparcada queda demasiado recta, lo que es beneficioso al aparcar en batería junto otras tantas motos, pero nos puede dejar intranquilos cuando la aparcaquemos en según que tipo de pendientes, pero nada que nuestra capacidad de imaginación no pueda resolver.
Los retrovisores quedan bien recogidos, no molestan en absoluto.
En cuanto al cambio de marchas, trabaja correctamente, pero le falta suavidad al poner el punto muerto, aspecto que probablemente mejore con los kilómetros.
Puestos a pedir, le faltarían unas agarraderas para el acompañante, al igual que sucede con algunos modelos de su categoría.
Tras una primera toma de contacto en la urbe, el sonido ronco y adictivo del motor tricilíndrico me pedía más, y en la ciudad era complicado. Era el momento de probarla en carretera de curvas...
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[tab name='Deportividad a raudales']
Una vez en marcha, enseguida notas que la Triumph Street Triple es una máquina para disfrutar a lo grande rodando con ella. Pasadas tres curvas, ya has conseguido el feeling necesario para aumentar un poco más el ritmo.
La sensación de ligereza es espectacular, es realmente fácil entrarla en las curvas, el chasis de fundición en aluminio de doble viga heredado directamente de la Daytona 675 se comporta fenomenal en todo momento.
A la hora de frenar en conducción deportiva, los frenos delanteros (doble disco flotante de 308mm con pinzas radiales de dos pistones) muerden correctamente, pero se puede mejorar su tacto, no són del todo dosificables. En cuanto al trasero (un disco de 220mm con pinza de un pistón) mejor no usarlo mucho en en este tipo de conducción, porque su dureza nos puede llevar a presionarlo en exceso y hacer derrapar la rueda trasera. Eso ya depende de la pericia que tengas.
El motor -herencia directa de la Daytona convenientemente modificado para la ocasión-, es un tres cilindros en línea DOHC de 675c.c 12V, alimentado por una inyección secuencial multi-punto, con inducción de aire forzado SAI. Es sin lugar a dudas su mejor baza en conducción deportiva, porque con sus 108cv y su espectacular par (69Nm) puedes centrarte más en la conducción y menos en el cambio de marchas, permitiéndote salir de una curva cerrada perfectamente en tercera y estirarla hasta que venga la siguiente, es realmente fácil y divertida de pilotar.
El único pequeño inconveniente en conducción deportiva es el traqueteo del amortiguador trasero -Kayaba monochoque con 126mm de recorrido-, rebota un poco cuando el firme no es del todo regular. Las horquillas invertidas delanteras -Kayaba de 41mm de diámetro y 120mm de recorrido- te dan seguridad y cumplen con su cometido.
La posición de conducción es cómoda, no carga en absoluto los brazos, pero con los estribos bastante elevados, lo que te facilita los movimientos encima de la moto en conducción racing, con un postura ergonómica confortable sin dejar de ser agresiva.
La sensación sport se ve acentuada por el bramido del motor, es de lo mejorcito de su categoría, con un ronroneo al dejar el gas sencillamente celestial.
En definitiva, Triumph nos da la opción de tener una naked diferente, con un motor que se diferencia del resto, situándose a medio camino entre un bicilíndrico y un tetracilíndrico, es decir, potencia en bajos como el primero y diversión a raudales en la zona alta del tacómetro como el segundo.
Todo acompañado con el estilo Triumph y a un precio muy competitivo (7.390€).
Los colores disponibles son el blanco, el negro y un verde lima.
Triumph también nos ofrece una completa gama de accesorios para personalizar la moto, como una quilla, una tapa para el colín, una pequeña cúpula o unos escapes Arrow para mejorar las prestaciones de la moto, aunque solamente está permitido su uso en circuito, lo que es una verdadera lástima.
(Una prueba de Victor Guerrero)
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